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Mostrando entradas de mayo, 2025

Poema a los Arquilengos (I)

I  Validos del deforme, señores del grotesco, los Arquilengos marchan, en su gran desfile funesto. La bruma ocre los acompaña, un soplo descompuesto, la náusea todo lo invade, todo lo deja muerto. De las aguas estancadas, de los hongos amarillentos, moradores de Nahán, ellos son eternos. Azum encabeza, el paso mortecino, con sus dientes cariados, con su cabello blanquecino. Príncipe de las esporas, semilla sin destino, la podredumbre acompaña, al gran amo mezquino. ¡Todo será mío! exclama su alteza convencido, sus hifas, por siempre, tendrán a todos bajo su abrigo. Bajo la corona del micelio, Nudran  galopa sometido, fiel corcel de los hongos, sirve a su amo incompasivo. Su cuerpo putrefacto, desprende un aire nocivo, del que solo un velo blanco, tapa su gran repulsivo. No razona, no piensa, solo camina sin objetivo, no obstante, no relincha, solo balbucea sin sentido. Más atrás, encapuchado, viaja el Desconocido, lleva consigo, un cuerno y un objeto perdido en el olvido. Vi...

Toluca

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Vago, osadamente, la espesa neblina de la avenida. La bruma lo envuelve todo,  el recuerdo ciega mi vista. Oigo lejanamente,  el llanto de voces sin vida, Recuerdos, estáticos,  pueblan las calles y la autopista. La congoja, me atemoriza, la ciudad nada olvida. Figuras, por doquier, claman una visita. Mary, ¿Dónde te encuentras? necesito una despedida. El Lago Toluca aguarda, me temo, otra víctima.

El local

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El aire rehuía de mis pulmones según torcía la manilla. La puerta, ligeramente pesada, aunque no lo suficiente como para constituir un esfuerzo real, chillaba dolida de la falta de mantenimiento. Tomé, a duras penas, una bocanada del frío aire callejero, preparándome para el denso y polvoriento microclima del lugar. Efectivamente, al adentrarme en el interior del local, una densa bruma arenosa, convertía el aire en una sustancia densa, difícil de transitar. Sin embargo, a pesar de la molestia incial, una danza de brillos corpusculares, polvo en suspensión, tornaba el ambiente de un carácter etéreo. Diminutos puntos de luz transitaban la argamasa, como si de estrellas en el firmamento se tratasen, inhundando con su presencia sideral el mundano entorno.      Dominado por una predominancia de marrones fríos, el refulgir dorado de los rayos del Sol aportaba los únicos tonos cálidos y, quizá, agradables, de aquel espacio astroso. No obstante, a pesar de mis patéticos intentos ...